miércoles, 15 de julio de 2009

Barreras de Arranque I


Casi todos los altos ejecutivos de empresa que conocemos pueden verse igual que el Surfista, no están tan interesados en llegar a
la meta, la playa; como en usar todo su intelecto, todo su entusiasmo, y toda su energía
y coordinación para correr la ola construir el camino, que sus empresas necesitan
transitar para alcanzar el éxito. Casi todos pueden pintar una visión de lo que desean
lograr; y todos poseen una razonablemente buena capacidad de ejecución. La mayoría
abriga cierta necesidad de trascendencia: crear una empresa sólida, desarrollada,
competitiva y rentable para accionistas, familiares y asociados.
Quizás unos tengan mejor capacidad estratégica que otros, y posiblemente esos
otros posean una mejor capacidad para convocar y manejar gente, pero todos sin
excepción cuentan con un juego de herramientas razonablemente adecuado para atacar
la diversidad de situaciones que se verán obligados a enfrentar aunque los procesos
de adaptación competitiva requieren de los altos ejecutivos nuevas destrezas que quizás
sean de conocimiento común, pero que no son de práctica común.
Extrapolando a estos altos de niveles de dirección los descubrimientos de la
encuesta que el PMI International desarrolló hace unos años para identificar el nivel de
compromiso y avance de las organizaciones hacia el cambio, encontramos cuatro
escenarios posibles:
El Convencido: Este representa el 2,5% del universo empresarial. Descubre
rápidamente el potencial que se abre ante sus ojos, lo compara con los resultados de la
empresa y nota que hay un abismo entre lo que está haciendo y lo que desea lograr.
Descubre que hay una forma distinta de hacer las cosas y se siente profundamente
comprometido en crear las condiciones necesarias para que el cambio sea una realidad.
Estudia, aprende, busca ayuda experta, e inicia el camino con seguridad y constancia, y
se transforma en el líder visible del proceso.
El Interesado: Es el 13.5% de ese universo Ejecutivo. Le atrae el panorama,
pero todavía no siente la pasión; no está tan seguro de pueda ponerle todo el interés
que el cambio requiere. Siente que tiene poco tiempo para poder manejar el proceso de
cambio y el día a día, y abriga un poco de inseguridad sobre su propia capacidad para
llevarlo adelante. Comienza a leer y aprender las nuevas técnicas y se interesa por los
resultados que está comenzando a ver. Aunque ve los altibajos naturales del proceso
como una falta de progreso comienza a comparar el “antes” con el “ahora”: ¿Qué otras
cosas se abrirán para nosotros en el futuro? Poco a poco se monta en el caballo, lo deja
hacer, luego lo dirige más, para finalmente disfrutar del galope.
El Escéptico: Para este 68% del universo la cosa suena interesante, pero
¿porqué “este” cambio es el correcto? ¿porqué va a resultar en esta empresa si no
resultó en aquella otra? ¿Porqué me sirve a mi? Quiere una prueba que fortalezca su
confianza, que se le resuelva algún problema importante, y mientras más pronto mejor.
Desea ver como la gente comienza a manejarse mejor, a comunicarse, a interactuar
más efectivamente, a crear valor. Se impacienta cuando las cosas toman más de lo que
él cree razonable. Le fastidia tener que volver a estudiar y aprender.

Se debate entre dejar que la cosa marche y pasar la página y olvidarse de un cambio que no le es
familiar. En ese momento decide parar o continuar.
Si decide continuar, prefiere dejar inicialmente la responsabilidad de la
transformación en manos de otros, para él poder dedicarse a cosas que son de su
interés más inmediato. Solo comienza a cambiar cuando ve resultados tangibles, cuando
el clima organizacional cambia, cuando la gente comienza a tener resultados, cuando la
organización comienza andar por sí sola y todo el mundo trabaja para su éxito, cuando
ve el entusiasmo colectivo y cosecha los frutos: económicos y de toda índole: entonces
pasa el switch y se transforma en su más ferviente creyente.

Texto escrito por: Rogelio Carrillo Penso

No hay comentarios:

Publicar un comentario